Opinión: "La minería se mira el ombligo"
Pablo Henríquez, Director de SANJUAN8 el Papel de la Noticia, desanda el calvario que tiene el sector minero y sus imposibilidades de llegar al ciudadano común para mostrar el espíritu de la actividad que realiza.
Así fue que Carville, luego de diseñar una estrategia de campaña al respecto, pegó un recordatorio en una pared de las oficinas del candidato Clinton con los tres puntos fundamentales en los cuales éste debía enfocarse: 1) cambio vs. más de lo mismo, 2) la economía, estúpido y 3) no olvidar el sistema de salud. Con eso alcanzó para que el canoso demócrata le ganara a Goliat con el 43,01% de los votos.
A la inversa, cuando un candidato pierde una elección, el primero que liga es quien le hizo la campaña. Cuando un producto no vende, el responsable es el encargado de marketing.
Cuando la minería no logra del todo la licencia social que necesita para desarrollarse, la responsabilidad es de la comunicación. Dicho de otra manera, es como acusar al espejo de ser el causante de la imperfección de quien se mira en él.
La semana pasada se realizó en Buenos Aires el Primer Foro Internacional de Comunicación Sustentable para la Industria Minera. El objetivo de los organizadores fue generar una mesa de diálogo entre empresarios, organismos mineros y comunicadores para debatir sobre las fallas de comunicación del sector minero y cómo revertir la mala imagen que tiene en todo el mundo esa actividad, a partir de la comunicación”.
Otra vez el cuco es la pobre comunicación. O lo que ciertos círculos entienden por comunicación. Comunicación es entablar puentes y luego hacer circular por ellos fluidos compuestos por datos. También comunicamos algo cuando nos vestimos de amarillo. O cuando levantamos un brazo. Pero además estamos comunicando, aunque parezca contradictorio, cuando cerramos la boca.
La palabra “comunicador” se puso de moda hace unos 7 años: de repente, periodistas, diseñadores, publicistas, locutores, cineastas y achureros de vozarrón y silbato fueron reemplazados por esta única raza snob de sabelotodos 2.0, de cuidada desprolijidad y asistencia perfecta a los eventos sociales.
En el evento realizado en Capital Federal, a 1.300 kilómetros de, por ejemplo, el proyecto Pachón, expusieron renombrados periodistas de diversos medios porteños, los mismos medios que les dieron pantalla y centímetros a tirabombas de diversa laya que basaron sus campañas políticas en discursos patéticos, desinformados y mentirosos sobre la actividad minera en San Juan.
Desde el papelón de las cebollitas del programa La liga hasta los exabruptos seniles de Pino Solanas; desde el aristocrático patoterismo de Mirtha Legrand hasta la burbuja editorial de Bonasso. ¿Se trataba esto realmente de una corriente ambientalista antiminera o había detrás una operación cuyo objetivo era evitar el crecimiento de un presidenciable? ¿Lograron su cometido de congelarlo a Gioja en un glaciar de cartón y engrudo?
Es verdad que la comunicación de la minería ha sido deficiente. Y esa carencia se convirtió en la fortaleza de los oportunistas en los medios. La causa ha sido la cobardía propia del que se quemó con leche justo antes de ponerse a criarvacas: las protestas sociales anteriores a 2005 en diferentes distritos del país ante los fantasmas de una supuesta minería caníbal, forjaron en las empresas extractivas una clase ejecutiva temerosa de la exposición pública.
La anticomunicación fue no salir a informar seria y objetivamente sobre sus procesos y actividades, totalmente lícitos y controlados, con datos directos, científicos y técnicos, lo que habría sido suficiente para derribar cualquier mitología bachiller.
Con sólo explicar (ésta,¤explicar, es una palabra no bien vista por la minería) que una supuesta nube de gas cianhídrico se degrada en 30 metros por causa del viento y de la radiación solar o que todo el cupo de agua que Veladero está autorizado a usar es menor que el del Centro Cívico, se neutralizaban varias toneladas de mentiras románticas. Y así con otros temas más profundos.
Está claro: es la información lo primero, para, a partir de ésta, conseguir el efecto de persuasión. La acción persuasiva por sí sola no sirve en este caso, porque, como dicen en mi barrio, ”la gente no es boluda” y ya no come slogans ni frases bienintencionadas como si fueran pasto pintado de verde.
Justamente, parece que el pintarse de verde es la estrategia que mejor prensa tiene para ambos bandos: por un lado, las agrupaciones ambientalistas, de las cuales nunca se sabe bien quién las respalda económica ni políticamente, y por otro las corporaciones mineras, que pretenden con acciones mínimas de corte ambiental (incluso ingenuas en ciertos casos) tapar el bosque netamente industrial del que forman parte.
Las industrias, que se cuentan por millones en el mundo, deben asumirse como tales, sin falsos pudores, sobre todo cuando desarrollan sus actividades de manera respetuosa por los recursos, la legislación vigente, el medioambiente, las comunidades y los trabajadores.
La comunicación de la minería desde San Juan ha sido hasta ahora una especie de juego del Gran Bonete: unos a otros se van pasando la bomba, pero ninguno se expone a que le estalle en las manos. Las cámaras hicieron el intento, pero argumentaron que, al no poder disponer de los fondos dispuestos por ley para comunicación (el famoso cuatro por mil), es poco lo que pueden realizar.
A su vez, el recaudador y administrador del cuatro por mil, es decir el Estado, invierte en publicidades en autos de carrera y camisetas como si eso fuera la panacea de la comunicación, cuando en realidad debería de una vez por todas desarrollar en el Ministerio de Minería un área, incluso con carácter de secretaría, destinada al desarrollo sustentable, para que la actividad por fin derrame sus beneficios a nivel masivo y se convierta definitivamente en un factor que potencie la calidad de vida de todos (es decir, de todos) los sanjuaninos.
En tanto, las empresas se limitan a emitir escuetos comunicados y a realizar acciones puntuales en los departamentos directamente involucrados en sus áreas de influencia, como Iglesia, Jáchal o Calingasta. Por si fuera poco, así como son 50 mil los trabajadores relacionados con la minería sanjuanina pero sólo son unos pocos los que manejan beemesdoblevés, tampoco las empresas cumplen con la premisa de desarrollar a los proveedores locales del área de la comunicación, ya que focalizan sus contrataciones en un manojo mínimo de privilegiados.
Dicho de otra manera, los que ostentan la suerte de tener los dos pies en el plato siguen contándose con los dedos de las manos. Hay otro detalle no menor, y es que las oficinas de Comunicación reportan por lo general a las jefaturas de Desarrollo Sustentable y éstas a su vez a Relaciones Institucionales.
Entonces surge la pregunta: ¿la comunicación de la minería puede seguir en manos de ingenieros, geólogos, políticos y médicos o de la hija o hijo que estudia diseño gráfico y le compraron una vierasquélinda notebook?
En este contexto, encuentros como el de Buenos Aires, ciudad que no entiende el problema pero que está forrada en productosde la minería desde el piso hasta las azoteas, deberían realizarse aquí, más cerquita. Con gente, empresarios y comunicadores involucrados en el tema, al pie del cerro y del problema. Está probado que las decisiones que llegan por Skype desde el otro hemisferio, por lo menos en lo
que hace a la comunicación de la minería, en su mayoría no sirven.
Porque para comunicar primero hay que interpretar la carnadura del asunto. No basta con imprimir folletos o hacer ferias mineras para mineros; hay que arremangarse el cerebro, soltar de una vez los cocodrilos y ponerse a comunicar en conjunto.
http://www.sanjuan8.com/bailando/Opinion-La-mineria-se-mira-el-ombligo-20111123-0028.html
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